sábado, 19 de junio de 2010

EL ÚLTIMO EVANGELIO ...



UN GRAN ALTO EN MI VIDA COTIDIANA... POR EL FALLECIMIENTO...
DE JOSÉ SARAMAGO....

Meses atrás leí una entrevista a José Saramago. Me sorprendió su lucidez para hablar de la muerte. La sentía próxima, y no porque estuviera enfermo, sino porque lo sabía: “Sé que no voy a vivir mucho más”. Lo sabía porque en los últimos años tenía” prisa por escribir”, corría contra el tiempo y no podía “bajar el ritmo”. Esa incesante actividad había sido la señal: “La vida es como una vela que va ardiendo: cuando llega al final, lanza una llamara más fuerte antes de extinguirse. Creo que estoy en el periodo de la última llamarada, antes de la extinción. Quedarán mis libros”. Confiaba en la palabra, en la inmortalidad dad por lector. Mientras sus libros se lean, seguirá en este mundo. Giovanna Pollaroto
poeta




Solo soy alguien que, al escribir, se limita a levantar una piedra y a poner la vista en lo que hay debajo. No es culpa mía si de vez en cuando me salen monstruos”, afirmó en el 97, con motivo de uno de sus múltiples doctorados “honoris causa

Su novela “El Evangelio según Jesucristo” levantó ampollas en el Vaticano y fue vetada en Portugal en el 92. Un año después el escritor decidió trasladarse a vivir a la isla española de Lanzarote donde residió hasta el final de sus días.

El lusitano ha sido la porfía personificada. Jamás se resignó a aceptar el mundo tal como es. No fue un conformista el autor de El evangelio según Jesucristo, el autor de Caín. Su reino es de este mundo.

Honrar a un autor de su talla significa leer sus libros para referirse a las constantes de su creación. Eso hemos intentado en esta conversación que tiene mucho de lección de vida. Ojalá usted crea lo mismo.

José Saramago, premio Nobel de literatura 1998, ha muerto a la edad de 87 años en Tías, Lanzarote, una tierra con vista al mar que lo acogió como uno de los suyos.

Si alguien tuviera la absurda pretensión de escoger un par de palabras de Saramago, algunas que lo identificaran de cuerpo completo, me atrevería a señalar estas: “frente a la injusticia hay que perder la paciencia.

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