miércoles, 11 de noviembre de 2009

READ MY MIND & EL BUHO



LA PORTABILIDAD NUMÉRICA YA ES UNA REALIDAD







martes, 27 de octubre de 2009

UNA NOCHE EFÍMERA...



Cuerpo de papel

Escribo orejas solamente orejas
No sé por qué pero no escribo uñas
Ni corazón ni pestañas
No sé si escribo o si tan sólo respiro
Ya no distingo entre el invierno
Y la blancura del papel
Y cuando arroje a la chimenea
Esta página vacía
Se quemarán también mis dudas
Mis orejas y mis uñas
Rodarán hechos cenizas
Mi corazón y mis pestañas?

Jorge Eduardo Eielson






















TARDE DE DIOSES













miércoles, 30 de septiembre de 2009

jueves, 24 de septiembre de 2009

LO MAS SIGNIFICATIVO

Se acaba este mes prontamente y estaba pensado en las cosas que siempre están presentes cada año en octubre, los rituales, los significativos rituales. Sobre lo particular están las grandes historias creo a verte contado. Cada historia tiene su magnificencia si se comparte me lo mencionaste alguna vez, LOS REGALOS PERFECTOS creí que solo era un decir pero hoy se volvió sagrado son las pocas cosas que tengo y las guardo. Prueba de ello son las piedras lapislázuli y turquesas que todavía lo conservo muy junto como estas palabras estas mis palabras…



Los regalos perfectos

Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Un dólar y ochenta y siete centavos, reunidos uno a uno, a fuerza de regatear centavos tras centavo al almacenero, al verdulero, al carnicero, sintiendo las mejillas ardiendo con la vergüenza que significa esa mezquindad. Tres veces contó Delia esta pequeña suma. Un dólar y ochenta y siete centavos. ¡Y al otro día sería navidad¡ se echó, gimiendo, en su angosta cama, recordaba aquella máxima en la que se explica la vida está hecha de contrariedades, sinsabores y cosas por el estilo.
Dejemos a dalia entregada a estos pensamientos y dirijamos una mirada a su hogar: un piso amueblado por el que se pagaban ocho dólares semanales. En puerta del vestíbulo había un buzón en el cual no se hubiera podido echar ninguna carta, y un timbre eléctrico del cual ningún dedo humano hubiera conseguido arrancar un sonido. Debajo de éste aparecía una tarjeta, que ostentaba el nombre de “James Dilligham Young”. El Dillingham había sido desplegado a todos los vientos, durante aquel antiguo período de prosperidad en el que su poseedor ganaba treinta dólares semanales. Ahora, cuando el ingreso fue disminuido a veinte dólares, las letras de “Dillingham” parecían confusas, como si estuviera pensando seriamente en irse contrayendo hasta convertirse en una modesta y vulgar “D” Pero. En cambio, a cualquier hora que Mr. James Dilligham Young llegara a su casa, Mrs. James Dilligham Young, a quien hemos presentado como Delia, lo llamaba “Jim “y lo abrazaba muy fuerte, lo cual era muy lindo.
Delia terminó de llorar y pasó el cisne por sus mejillas. Luego se paró al lado de la ventana y comenzó de nuevo a buscar una solución a su problema. Mañana sería Navidad y ella disponía solamente de un dólar y ochenta y siete centavos para comprar algún regalo a su Jim. Veinte dólares semanales no alcanzaba para mucho. Los gastos resultaron mucho mayores que lo que había calculado. Siempre sucede así. Solamente un dólar con ochenta y siete centavos para hacer un regalo a Jim. Su Jim. Muchas horas felices pasó Delia imaginando algún presente bonito para él. Alguna cosa fina, rara, de valor, algo que se pareciera un poco al honor de pertenecer a Jim.



Entre las ventanas del cuarto había un espejo incrustado en la pared. Quizás alguno de vosotros habrá visto uno de esos espejos en un piso de ocho dólares. Una persona muy delgada y muy ágil podría, observando su reflejo en una rápida sucesión de franjas longitudinales, obtener una idea algo fantástica de su aspecto. Delia, siendo esbelta, había dominado este arte. Se apartó de la ventana y se detuvo delante del espejo. Sus ojos brillaban, pero sus mejillas se habían tornado pálidas. Con un movimiento rápido, soltó sus cabellos y dejó que cayeran en todo su largo.

El matrimonio Delligham Young poseía dos tesoros de los cuales se sentía muy orgulloso: uno lo constituía el reloj de oro de Jim, que había pertenecido primero a su abuelo y después a su padre. El orto era el cabello de Delia. Si la reina de Saba hubiera vivido en el piso que el patio separaba del suyo, Delia se hubiera sentado en la ventana a sacar la masa espléndida de sus cabellos, sólo para que empalidecieran sus joyas y la belleza de la reina. Si el portero hubiera sido el mismo rey Salomón, con todos sus tesoros apilados en el sótano, Jim nunca hubiera dejado de sacar su reloj cuando pasara delante de él, sólo para ver cómo se pellizcaba la barba con envidia.

Allí, ante el espejo, el cabello de Delia caía cubriéndola, ondeado y brillante como una cascada de oscuras aguas. Le llegaba hasta debajo de las rodillas y envolvía su cuerpo como un manto. Rápidamente lo recogió y después de una última vacilación se puso su viejo tapado y su viejo sombrero, y con los ojos brillantes todavía abrió la puerta y bajó las escaleras como una exhalación. Se detuvo delante de un negocio que ostentaba esta inscripción: “Mme. Sofroine. Especialista en pelucas y peinados” Delia entró.



- ¿compraría usted mi cabello? preguntó a Mne. Sofroine.
- Sí. Compro cabellos – contestó la aludida-, Sáquese el sombrero y veamos cómo luce el suyo.
Veinte dólares. Dijo Madame, tocando el cabello con dedos expertos.
Delia aceptó.
Las siguientes dos horas fueron para ella un sueño rosado, olvidó la metamorfosis que las tijeras obraron en su cabeza. Sólo sabía que estaba recorriendo negocios en busca del regalo para Jim. Por fin lo encontró. Seguramente había sido hecho para él. No había ninguno parecido en todos los demás negocios. Lo sabía bien. En su afanosa búsqueda no le quedó lugar sin revolver. Se trataba de una cadena de platino para reloj, simple y neta en su dibujo, proclamando su real valor por sí misma y no por medio de vanidosas adornos. Así debería ser todas las cosas buenas. Era verdaderamente digna del reloj. Tan pronto como la vio, comprendió que estaba destinada a Jim. Veintiún dólares le pidieron por ella y volvió a su casa con los ochenta y siete centavos restantes. Con semejante cadena en su reloj, Jim, estado acompañado de alguien, se sentiría ansioso acerca de la hora y la consultaría a cada momento. Antes no podía hacerlo sin avergonzarse, pues su precioso reloj pendía de una humildísima y vieja tira de cuero.



Cuando Delia llegó a su casa, su feliz aturdimiento pasó a otros pensamientos más prácticos. Buscó sus tijeras de enrular, encendió el gas y comenzó a reparar los destrozos que se habían cometido en su cabello. En menos de cuarenta minutos, su cabeza se cubrió de pequeños, cortísimos rulos, los que le daban un maravilloso aspecto de pillete rabonero. Se miró al espejo, largo rato, cuidadosamente.
- Si Jim no me mata – se dijo – antes de dirigirme una segunda mirada, me dirá que parezco una corista de Coney Islad. Pero. ¿qué hubiera podido hacer con un dólar y ochenta y siete centavos?
- A las siete en punto el café estuvo listo y la sartén preparada para cocinar las chuletas. Jim nunca tardaba. Delia escondió la cabeza en su mano y se sentó frente a la puerta por donde siempre entraba él. De pronto oyó su paso en la escalera y empalideció.
- ¡dios mío, haced que me encuentre bonita aún! – rogó. La puerta se abrió y entró Jim. Era delgado y muy serio. ¡Pobre muchacho! Tenía sólo treinta y dos años y ya tenía un hogar sobre sus espaldas. Necesitaba un sobretodo nuevo y estaba sin guantes.
Se detuvo al entrar, quedando completamente inmóvil. Sus ojos estaban fijos sobre Delia, que no pudo descifrar la expresión que se retrataba en ellos. No era ira, ni sorpresa, ni desaprobación, ni horror, ni ninguno de los sentimientos para los que estaba preparada.



Delia se levantó, y corrió hacia él:
- Jim querido – gimió -. ¡no me mires así! Corté mi cabello y lo vendí porque no hubiera podido pasar Navidad sin hacerte un regalo. Ya crecerá otra vez. A ti no te importa. ¿No es cierto?
- - ¿Te has cortado el cabello?- preguntó trabajosamente Jim, como llegando a esa conclusión después de una paciente labor mental.
Lo corté y lo vendí – repitió ella.
Jim dirigió una mirada curiosa a todos los rincones del cuarto.
- Dices que tu cabello se ha ido? preguntó con un aire casi idiota.
- no necesitas buscarlo- observó Delia- Lo vendí y ya no está aquí. Mañana es navidad, querido, no te enojes. ¿Pondré a cocinar las chuletas?
Jim consiguió despejar su aturdimiento y abrazó a Delia. Seamos discretos y, por diez segundos, fijemos nuestra atención en cualquier otro objeto. Ocho dólares por semana o un millo anual: ¿en qué se diferencian? Un matemático podría dar la errónea respuesta.
Los Reyes magos traían valiosos regalos pero esto lo les concernía a ellos. Dilucidaremos más tarde esta afirmación tenebrosa.
Jim sacó un paquete del bolsillo de su sobretodo y lo arrojó sobre la mesa.
- No pienses mal de mí Delia – dijo-, No creas que tu cabello cortado o cualquier otra transformación te haría menos linda a mis ojos. Pero si desenvueltas este paquete comprenderás el porqué de mi expresión al verte así.
Dedos blancos y febriles desataron el piolín y quitaron la envoltura; un grito de alegría, e inmediatamente un femenino cambio e histéricas lágrimas y lamentos necesitaron el pronto empleo de todas las virtudes persuasivas de Mr. Dillingham Young.



Porque allí estaba las peinetas, el juego de peinetas que Delia admiró mucho tiempo en una vidriera de Broadway. Eran hermosas, de carey legítimo, recamadas de pedrería. Sabía que eran muy caras. Las había deseado con ahínco y sin la menor esperanza. Y ahora eran suyas; pero las trenzas que hubieran podido lucirlas no estaban ya. Sin embargo, oprimió las peinetas contar su pecho y dirigió una profunda mirada a Jim. De pronto dio un gritito al recordar que él no había visto aún su regalo. Abrió la palma de la mano, extendiéndola ansiosamente hacia él. El precioso metal parecía brillar animado por el ardiente espíritu de Delia.
-¿no es una preciosura, Jim? – Preguntó-, Anduve toda la ciudad para conseguirla, me imagino que desde este momento consultarás la hora cien veces por día. Dame tu reloj. Quiero ver cómo queda con la cadena.
En lugar de obedecer, Jim se tumbó en la cama, con las manos detrás de la cabeza, sonriendo.




- Delia- dijo-, dejemos nuestros regalos de navidad y guardémoslo para más adelante. Son demasiado hermosos para usarlos ahora. Yo vendí el reloj para poder comprar tus painetas… Y ahora, supongamos que pones a cocinar las chuletas.
Los Reyes magos, como se sabe, eran hombres previsores y maravillosamente sabios, que trían regalos a los niños. Ellos inventaron el arte de regalar cosas en navidad. Siendo tan sabios, sus regalos serían sabios también y tal vez existiría el privilegio de cambiarlos si eran repetidos… yo he relatado aquí la aventura de los niños locos en un pisito, que insensatamente sacrificaron el uno para el otro los mayores tesoros de su casa. Pero de una palabra final para los sabios de estos días, dejemos dicho que de cuanto entregan y reciben regalos, los que son como ellos son los más sabios. En todo son los más sabios. Los verdaderos Reyes son ellos.

O´Henry
Los regalos prefectos
14 octubre de 1933

miércoles, 12 de agosto de 2009

jueves, 6 de agosto de 2009

UNA MIRADA OCULTA A CAJABAMBA



Cada vez que pienso mis razones, mis buenas razones de por qué estoy por acá, se presenta el rostro de esta señora dueña de este paisaje, con los años aprendí que lo mejor de la vida es dar más lo que uno puede conseguir o recibir, la vida te recompensa de otra manera… es 30 de julio subiendo en esta mañana por las calles de la provincia de Cajabamba – Cajamarca con una maldita gripe que me acompaño desde lima con poco aliento para caminar pero deseando encontrar un lugar donde pueda pintar llegue a esta casa, son esos lugares que saben que existen solo para ser pintadas.

Cuando lo vi sabia que ya no tenía que buscar más, son las 10: 00 am solo pensaba en comenzar el ritual de sacar lo necesario, junto a unas flores y un poco de agua comencé a pintar…




Son las 2:30 pm, escucho una pequeña vos que me dice Joven no se olvide de pintar aquellas ramas… pasa unos momentos y otras voces jóvenes perdona por interrumpirlo pero me gustaría que me digiera de que color puedo pintar esta cabra, era 2 niños que me trajeron un trabajo del colegio y me solicitaban un consejo sobre de que color pudieran pintar su cabra, Me alegro que lo hicieran más por que ya no me sentía solo. Después de estas pequeñas historias sabia que tenía que acabar este cuadro, son 4:00 pm la dueña del paisaje se acerca para ver lo que estaba pintando después de su conformidad. Era hora de llevar mi cuadro al Club Arco Iris.
Son 11:00 am del 1 agosto subiendo nuevamente a encontrar esa casa llevando mi cuadro. Tocando las puertas hasta que salió la señora dueña del paisaje... En un rato más salgo para lima le dije y se que este cuadro pertenece a este lugar me gustaría que se quede con usted se la regalo señora.

No es necesario comentar sus palabras o lo agradecida por el detalle… creo que los grandes momentos con la que puedo recordar de esta experiencia es ver la felicidad y alegría reflejado en sus ojos. Y lo mejor justificar esta pequeña historia.





martes, 28 de julio de 2009

ESCAPE - El Comercio


Publicación

Cuarenta y ocho dibujos eróticos

“69 “es el nombre de una reciente publicación donde se copilan cerca de cincuenta dibujos eróticos realizados por doce artistas peruanos: José Luis Carranza, John Chauca, Jorge Miyagui, Luis Castellanos, Iván Fernández – Dávila, Robert Orihuela, Samuel Pintos, Jairo Robinson, Elizabeth López Avilés, Valía Llanos, Marcos Palacios y Jack Caballero.

El libro cuenta con anotaciones del ensayista Héctor Ñaupari. “Poseídos por el fuego pentecostal del erotismo, estos doce creadores nos llevan a buscar el sitio más umbrío para desatarnos o descubrirnos, señala Ñaupari.
“69 “. El libro ya se encuentra a la venta en las principales librerías del País.

DEL 28 al 69

Tocando las puertas del cielo


No me gusta la quietud


A unos segundos del pecado


No me mires con odio


Mis buenas razones


Prólogo

69

Y en las bocas las lenguas enlazarse…
Pietro Aretino, Epilogo II, Sonetos sobre los “XVI “Modos, 1527


Héctor Ñaupari

En contra del saber común, la representación erótica es, en realidad, la profesión más antigua del mundo. En efecto, para hacer tangible el objetivo de nuestro deseo, para fijarlo en nuestra mente antes de poseerlo, hay que darle forma y contenido. A través del erotismo encarnado en una pintura, un grabado, un dibujo o una escultura, es que podemos encender el frenesí en los otros. A partir de esa imagen, ofrecerlo, adquirirlo, seducirlo o tomarlo por fuerza resulta su inmediata consecuencia. En resumen: el objeto de nuestra apetencia sexual, luego de mirada, debió ser representado en forma erótica para poder llegar a él. A su vez, éste necesitó de la representación para existir y conquistar derecho de ciudad.

En ese orden de ideas, del trazo desmesurado y amplio hasta la objetividad, de las cavernas, a la precisa filigrana del formato digital; desde las explicaciones ilustradas de Guilio Romano y Marcantonio Raimondi hasta las historias ilustradas del Marqués de Sale y de John Cleland, y de ellas al noveno arte – el cómic – que consagra a Milo Manara, Horacio Altuna y Paolo Serpieri, el dibujo erótico se ha dedicado devotamente, durante siglos, a adorar el carácter sobrenatural del placer sexual. Lo sacro – corpóreo, con sus deidades elementales (los “dieciséis modos” de Romano y Raimondi) así como sus infinitas variedades, han representado en todo momento una amenaza directa a todo lo establecido y políticamente correcto. Sus opositores no han escatimado censuras, hogueras, prisiones, ejecuciones o términos deleznables para neutralizar, destruir o encanallar a sus fieles y supremos sacerdotes.

En ese filoso y triple límite de la adoración, el escándalo y la cesura, por la que anduvo desde siempre la representación de lo sexual, se encuentra ahora el libro que prolongamos – sugestivamente titulado 69, diáfano ejemplo de la existencia de una erótica numérica – que reúne los excelentes trabajos de doce jóvenes artistas: Jack caballero, José Luis Carranza, Luis Castellanos, Jhon Chauca, Iván Fernández – Dávila, Elizabeth López Avilés, Valía Llanos Llacza, Jorge Miyagui, Robert Orihuela, Marcos Palacios, Samuel Pintos y Jairo Robinson.
Poseídos por el fuego pentecostal del erotismo, estos doce creadores nos deleitan, nos insuflan de pasión, nos llevan a buscar el sitio más umbrío para desatarnos o descubrirnos. En otras palabras, nos ponen.
Veamos. En la aceptación de Quitanilla, los dibujos de jack Caballero rezuman fuerza e intensidad animal. Con la luz helada y lúgubre de Otto Dix por el guía, los dibujos de José Luis Carranza reinventan al divino Marqués y añade algunas noches a las 120 jornadas de Sodoma. los trazos profundos y oscuros de Castellanos reculan entre la imaginación y la contemplación. Por otro parte, la brillantez de Jhon Chauca y su escarceo (¿o reinvención?) de las más conocidas pinturas del renacimiento son desafiantes en su insolencia creativa. Mis ojos se detuvieron sobre todo en el pie fetiche y la mano que lo toca y señala: deliciosa manera de establecer lo sexual sagrado.
Iván Fernández - Dávila es clásico, por lo contemplativo y sucio, como debe ser el sexo febril y arriesgado. Sus turbadoras doncellas demuestran su deleite por las nalgas aduraznadas y firmes.
Valía Llanos Llacza nos conduce por el surrealismo erótico del mejor Dalí. La poesía de sus dibujos nos deja llevar hacia tierras incógnitas, nuevas y por supuesto plenas.
Elizabeth López Avilés explora el fetichismo esencial por excelencia: el pie femenino. Descalzo o entrevisto apenas en el calzado, merece mi especial atención el húmedo pie que se asienta en la grifería de la tina, y que deja adivinar el frenesí masturbatorio o la ansiedad ante la llegada del amante. En su línea, Jorge Miyagui nos ofrece el sincrético balance del erotismo popular y del siempre bien apreciado hentai o manga erótica japonesa.

A su vez, marcos Palacios concentra el delicado trazo de Guido Crepax y su gusto por la desnudez apenas ataviada de los inmisericordes hilos dental. Robert Orihuela, por su, parte, nos da la certeza de lo sagrado femenino: en la belleza de sus dibujos se explica porqué los Heliastas absolvieron a Friné y nos legaron el asombro ante la vida imagen de afrodita. Samuel Pintos nos da algunas carnales variantes de las posturas sexuales, en tanto que preguntas y acciones que nos subyugan y acometen. Por último, tributario de Modigliani, Jairo Robinson nos envuelve en la frontalidad sexual de sus hermosas, mujeres, desnudas y dispuestas.

Dándole a este libro, 69, mi más fervorosa recomendación, les dejo la siguiente advertencia: sumérjanse en sus páginas, extiéndale como ofrenda su poderosa imaginación, y acepten la invitación a la lujuria más pura que sus autores les ofrecen.

Santiago de surco, 12 de marzo de 2009

viernes, 17 de julio de 2009

martes, 7 de julio de 2009

V ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POESIA 2009







http://vencuentrointpoevisual.blogspot.

Espacio en el que se podrá visitar

V ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POESIA VISUAL

VENEZUELA 2009